Las escuelas Waldrof educan en su totalidad al ser humano: su cabeza, su corazón y sus manos.
La educación Waldorf no concibe al ser humano sólo como un cerebro, sino como un ser que tiene sentimientos además de intelecto. Es allí donde las artes y las actividades prácticas hacen su mayor contribución, ejercitando no sólo el corazón y la mano sino también, de manera bien real, el cerebro.
El arte, por otra parte, no está relegado a las materias específicas (dibujo, pintura, música, etc.), sino que forma parte de la enseñanza de todas las materias. El docente debe encarar y transmitir todo lo que enseña de una manera artística e imaginativa.
Los niños que han trabajado a lo largo de su educación con el color y la forma, con el tono, la música, la actuación dramática, el lenguaje, con la arcilla, la madera, la cera, la acuarela, la lana, con la tierra y las plantas, no sólo han trabajado creativamente activando, clarificando y fortaleciendo sus emociones, sino que han puesto en práctica su pensamiento y su sentimiento y ejercitando su voluntad.
Fuente: Carlgren, F. (2004). Pedagogía Waldrof. Una educación hacia la libertad. Madrid: Editorial Rudolf Steiner.
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