La educación musical en Epaña
tiene un breve recorrido, por lo que su didáctica está en continuo proceso de
cambio debido a los devenires sociales y a los nuevos modelos educativos. Las
grandes metodologías de las que parten surgieron a comienzos del siglo XX.
Existe
una enseñanza aficionada y elemental, donde se cultiva la formación musical no
con un fin profesional sino como la misma palabra lo indica; aficionado.
Corresponde a Escuelas Municipales o privadas de música, en las que se ofrece
una enseñanza no reglada con la finalidad de participar de la música como
intérprete y auditor aficionado.
Por
otro lado, encontramos una enseñanza profesional y superior, donde se ofrece
una formación musical específica con una orientación profesional:
intrumentista, cantante, director, compositor, etc. Corresponde a los
Conservatorios Profesionales y Superiores de Música, Canto y Danza.
Partiendo
de estas definiciones podemos deducir que en la enseñanza pública profundiza en
lo elemental y básico de la música. Nada tiene que ver con las anteriores, ya
que se dirige a una población muy amplia y porque supone el inicio en este tipo
de enseñanza, siendo una formación musical básica diferente a la que se muestran
en otros niveles.
La
autora relata el desacuerdo de un padre con la metodología usada por ella en
sus clases de música para primaria. El padre alega la posibilidad y el derecho
de enseñar a su hijo y a los alumnos de su clase a tocar el instrumento que más
les llame la atención, pero ella se defiende evidenciando que no tiene
recursos, ni tiempo ni espacio para poder llevarlo a cabo. En la escuela sólo
se enseñan los primeros pasos en esta enseñanza.
A
continuación, expondré los componentes que actán en la didáctica, no entrare en
detalles sobre la musical ya que, estos interrogantes son los expuestos en
todos los procesos de cambio en la enseñanza para lograr un aprendizaje de
calidad. Éstos componentes son: el docente o profesor,
el discente o estudiante,
el contexto social del aprendizaje
y el currículo.
Los interrogantes expuestos son:
v ¿Quién
y para quién? Profesores, alumnos y relación profesor-alumno.
v ¿Por
qué? Hará referencia a una justificación sobre la didáctica propuesta,
resumiendo, el porque de su elección.
v ¿Para
qué? Tiene que ver con los objetivos.
v ¿Qué?
Aquí se esbozaran los contenidos y actividades.
v ¿Cómo?
Se expondrá la metodología y los recursos.
v ¿Cuándo?
Se concretará la temporalización.
La música y las artes requieren
para su transmisión metodología flexibles, sensibilizadoras, personalizadas y
de carácter artesanal. Sin embargo, el modelo neoliberal exige que la educación
sea eficaz, es decir, de resultados concretos y evaluables. No es raro encontrarse
en la actualidad que con ciertos argumentos pseudo-científicos que contribuyen
a reafirmar el poder que la música posee para despertar y estimular los
procesos cognoscitivos. Entre ellos, el conocido como el “efecto Mozart”, que
cuenta con artículos en la revista Nature. Este “efecto” fue descrito por la psicóloga Frances
Rauscher, de
la Universidad de
California y el neurobiólogo Gordon
Shaw de la Universidad de
Wisconsin. Estos
psicólogos quisieron demostrar las extraordinarias virtudes de la música de
Mozart para desarrollar las capacidades
intelectuales generales en los niños. [1]
Ni los artistas ni la gente de la
cultura pueden evitar hoy las
distorsiones que las relaciones de poder introducen en la dialéctica de
los procesos culturales, alterando el flujo que vincula las buenas razones con
las acciones necesarias para ponerlas en práctica.
Es necesario emprender con
urgencia un rescate de la música y de las artes, para lo cual no podrá
descartarse ningún tipo de argumentos. Para asegurar la eficacia de la
educación como herramienta para el cambio y la evolución social, ésta deberá
ser necesariamente renovada tanto en los aspectos generales y organizativos
como en las técnicas y materiales específicos que atañen a su implementación
social a través del sistema educativo, de la educación formal y no formal. Si
la experiencia educativo-musical del siglo XX apuntó al mejoramiento de la
educación musical inicial, en la
actualidad los mayores esfuerzos deberán dedicarse a atender los niveles
anteriormente rezagados, o sea, la formación de especialistas y profesionales
de la música: ejecutantes, intérpretes, directores, musicólogos, técnicos,
musicoterapeutas y educadores de todas las áreas y especialidades.
En los tiempos que corren sería
deseable que la música pudiera recuperar la superioridad espiritual que
reconocieran en ella los pedagogos idealistas de todos los tiempos, desde
Platón y Aristóteles hasta Dalcroze, Kodaly y Willem.[2]
Es
importante que los educadores o pedagogos que se preparan para desempeñarse en
la gestión educativa tomen conciencia de la necesidad de intentar un cambio de
actitud que permita concretar una reforma verdaderamente profunda en el sistema
pedagógico. Hasta el momento, la mayor parte de los gestores que trabajan en el
sistema se han concentrado en el diseño de las normas generales y el marco
teórico de la reforma educativa que pretenden implementar.
En algunos casos, estos últimos
proceden en contradicción con los lineamientos básicos del marco teórico
previamente acordado, sin que el “generalista” (cuya función, por contrato,
consiste precisamente en verificar la coherencia y articulación de las
diferentes áreas) neutralice o, al menos, advierta el error. El argumento
básico que estos funcionarios esgrimen
-principalmente frente a la
música- es : “yo no conozco el tema”,
“los que saben de música son los especialistas”, esto no es nada correcto y
beneficioso ya que su rol consiste precisamente en asegura la unidad y la
coherencia del proyecto educativo.
Los educadores que se
especializan en gestión educativa deberían poseer, como los médicos, una sólida
formación generalista. Un pedagogo, cualquiera sea su especialidad, necesita
conocer –en forma esencial a través de la experiencia- cómo funcionan los
procesos de educación artística.
Lamentablemente es común entre
nosotros que los individuos que se dedican al planeamiento y la organización
escolar hayan recibido una formación deficitaria que, entre otras carencias, no
les ha dado la oportunidad de pasar por la experiencia artística; estas
personas generalmente consideran de buen gusto y educación el inmiscuirse lo
menos posible en las áreas especiales, dejando que otros -“los que saben”- se
ocupen de esos asuntos. En consecuencia, los proyectos y las transformaciones
educativas que propone o emprende el sistema, en su mayor parte fracasan.[3]
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